viernes, 19 de febrero de 2016

CUATRO CAMINOS (FRAGMENTO)

Juan se preparaba para el baile de fin de año  en la facultad de ciencias sociales.  Se miraba en el espejo de su cuarto desordenado donde alquilaba. Su habitación tenía una cama de dos plazas, una bilbioteca repleta de libros, un equipo de música, y un escritorio con una computadora portátil. La ventana era grande y daba al parque de la ciudad. Siempre sonaban discos en aquella habitación. Ponía el cigarrillo en el cenicero mientras escuchaba “ Marinero bengali” de Miguel Abuelo. Esperaba que Carlos y dos amigos más lo busquen. Vestía jeans, zapatilas blancas y campera negra. Ni bien terminó de desacomodar su pelo sonó la bocina y rápidamente bajo, subió al auto y emprendió camino al baile.

Aquellas fiestas suelen ser de reencuentros entre mucha gente que no se ve, al menos por un tiempo, y siempre la esperan los estudiantes y  académicos para reencontrarse y emborracharse por ahí, o  señoritas para conocer muchachos, o  muchachos para conocer señoritas, en fin, el fin de toda fiesta , es que la gente busca encontrarse y divertirse, conocerse y desconocerse, o pelearse para anhelar nuevos reencuentros y nuevas reconciliaciones, quien sabe. Lo cierto es que las fiestas existen desde que Adam se comió una manzana o desde que el mono se hizo hombre, quien sabe como carajo. Los griegos por ejemplo, adoraban entre tantos dioses, a Dionisio, dios de  la la liberación de los instintos,  de la pasión, de la lujuria, o en otras palabras,  de la joda, (definiéndolo superfluamente) es decir que los griegos tenían en claro el sentido de la festividad y la entendían como necesaria para compensar la constante mesura de la razón, que todo lo piensa, lo clasifica y lo divide en partes.

La cuestión es que llegaron y era una joda bárbara, con un salón espacioso y abrazador, ornamentado con telas blancas que cambiaban de color según las luces, un piso que brillaba, barras en ambos costados y un patio con un quincho y un árbol con una copa que cubria gran parte del fondo donde los invitados salían y entraban a cada rato después de fumar.

Era una noche muy fría, como cualquier noche de junio. La forma en que las mujeres vestían las hacia particularmente una masa homogénea, aunque nos digan que nosotros no lo notamos y nos puteen, las botas largas son botas largas, los pantalones son pantalones y las camperas son camperas , por más que les pongan más nombres que a los trabajadores de la SIDE.  Siempre se dirá que el hombre y la mujer ven de diferentes formas el mundo, pero la cuestión es que esa noche todos eran iguales. 

En el baile todas las de botas largas eran lindas, y bailaban entre ellas.  Solo los grupos que se conocían, bailaban entre sí, mujeres con mujeres y algún que otro macho. Pero en horas tempranas se sabe que nadie se anima a saltar el charco largo de la timidez y el miedo al rechazo de presentarse ante alguien que no quiere que uno se presente.

Ni bien entraron fueron por un cuba libre, atravesando el salón y pasando totalmente desapercibidos. Se sentaron en dos bancos enfrentados, encendieron un cigarrillo y se pusieron a mirar la fiesta. La gente salía y entraba, grupos de varones, de mujeres y grupos mixtos hacían rondas y charlaban, mientras otros bailaban. Afuera en el fondo hacia un frio bárbaro pero la fiesta parecía ir poniéndose buena y a los fumadores nunca le intereso el clima.  

En el camino, Martín, uno de los tres amigos le había dicho a Juan que irían Victoria y Nelly, dos amigas de la universidad a quien habían conocido en un recital de rock, por lo que decidieron esperarlas afuera.

 Mientras Carlos, Martin y Jorge hablaban de lo mal que venía jugando Boca,  Juan detuvo su mirada en una muchacha que rechazaba a un chico uno y otra vez, y que este intentaba hablarle al oído después de haber sido rechazado varias veces. Contemplo a poca distancia una joven muy bonita, de tez blanca y pelo rubio y lacio, labios pintados de rojo y delineador oscuro que resaltaban unos ojos celestes. Era delgada y estatura mediana. Vestía botas y pantalón oscuro chaqueta roja y remera clara. No se la veía enojada, pero con elegancia decía que no al ímpetu seductor del pibe que ya estaba un poco denso.
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Interrumpiendo la conversación de sus amigos, dijo juan mientras pisaba su cigarrillo :
-         
¿     Es necesario a veces hacer ese papel en la vida?-

Los otros tres, siguiendo la mirada de Juan le contestaron que no. Y siguieron en lo suyo, pero Juan continuo:

Yo pienso que hay lugares y lugares para seducir una mina, y el que esta predispuesto y elabora un plan,  generalmente fracasa porque pierde espontaneidad y para mi, es lo que enamora.  Miren lo que pasa en un baile o en un boliche, todo aquel que quiere sacar a bailar chicas que no conoce, si no tiene la facha de Brad Pitt o es de los que se levanta minas sin mover un dedo es imposible que enganche algo- les dijo mientras los otros comenzaron a prestarle atención.

Martin: ¿Entonces nunca sacaste a bailar ni te levantaste a alguien?

Juan: En algún momento lo hice, y cuando gane no me enamoré. Las chances son una en diez, veinte o más. Alguien que cae de casualidad en una ronda de baile no puede contar su historia, ser timido o espontaneo, ser inteligente o tonto, audaz o lento, culto o ignorante, malhumorado o gracioso. Imaginense un tipo contando chistes en medio de un trencito, o acercándose al oído de una mina y preguntándole “que le dice la soda al vino”, o diciendole “dice que venia un gallego”  o algún otro chiste o acertijo. Mucho menos exponer conocimientos o demostrar la audacia de uno para desenvolverse en ciertos temas.
-         
Puede ser – dijo Jorge. Toda mina que cruzamos en un colectivo que nos mira y sigue de largo, es un amor que no será, dijo el negro Dolina. Imaginate que uno intente revertir eso y ande persiguiendo minas en el colectivo, o te acusan de violador, o sos un pajero, y es así, no se trata de eso. No puede andar uno buscando minas por la vida. Yo puedo esperar que el cosmos me conecte.

-          No le eches la culpa al cosmos Jorge, sos vos-  dijo Martin.

Juan- Yo siempre pensé que hay ámbitos que también pueden ser festivos, pero no necesariamente un baile, como por ejemplo un asado. Si uno no lo hace, y logra despojarse del olor a chorizo, puede desplegar su mundo en una sobremesa,  mostrar inquiteudes, intercambiar ideas, y hasta por ahí quien sabe, cantarse algo si no tiene una voz horrible. Las chances aumentan.

Carlos: Yo creo más en el amor a primera vista, ese que te desgarra el estomago en el primer momento, en la primera mirada. Aquel que no necesita conocer, si no que ya conoce de antemano. Lo que ve lo vive, lo adivina y lo sabe. Es el caso de mi novia, me la presentaron y me miro con las parpados y las pupilas brillando, y yo lo supe desde ahí. Nos amamos desde el primer momento, y no le tuve que cantar un tango de julio sosa y decirle que me leo Octavio Paz, o que juego bien al futbol y me quedan dos materias para ser médico.

-Puede ser, dijo Juan :Yo creo también en esa posibilidad, porque la naturaleza nos conecta de una manera eléctrica, despojada de cualquier posición ética o moral, política o religiosa. Se ama o no se ama, sin distinciones. Entiendo también que enamorarse es una cuestión física, animal, que encarna el sexo implícito en su gen, en su nucleo, el nacimiento de cualquier amor. Y después vienen otras cosas, buenas también, pero diferentes,como conocerse y seguir amándose, por ejemplo. Pero la primera parte, esa lluvia de belleza que nos empapa el rostro, ese aire intenso y fuerte que nos presiona el pecho y nos hace temblar cuando nos tocan, cuando las pupilas se dilatan y nos quedamos solamente dos frente al mundo, ese instante, puede ser el momento más alegre de cualquier ser humano en la tierra .

Martín- Y eso no pasa en los trencitos-


Se rieron todos a carcajadas y fueron por otro cuba libre. 

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