Juan se preparaba para el baile de fin de año en la facultad de ciencias sociales. Se miraba en el espejo de su cuarto
desordenado donde alquilaba. Su habitación tenía una cama de dos plazas, una
bilbioteca repleta de libros, un equipo de música, y un escritorio con una
computadora portátil. La ventana era grande y daba al parque de la ciudad.
Siempre sonaban discos en aquella habitación. Ponía el cigarrillo en el
cenicero mientras escuchaba “ Marinero bengali” de Miguel Abuelo. Esperaba que
Carlos y dos amigos más lo busquen. Vestía jeans, zapatilas blancas y campera
negra. Ni bien terminó de desacomodar su pelo sonó la bocina y rápidamente
bajo, subió al auto y emprendió camino al baile.
Aquellas fiestas suelen ser de reencuentros entre mucha
gente que no se ve, al menos por un tiempo, y siempre la esperan los
estudiantes y académicos para
reencontrarse y emborracharse por ahí, o señoritas para conocer muchachos, o muchachos para conocer señoritas, en fin, el
fin de toda fiesta , es que la gente busca encontrarse y divertirse, conocerse y desconocerse, o pelearse para anhelar nuevos reencuentros y nuevas
reconciliaciones, quien sabe. Lo cierto es que las fiestas existen desde que
Adam se comió una manzana o desde que el mono se hizo hombre, quien sabe como
carajo. Los griegos por ejemplo, adoraban entre tantos dioses, a Dionisio, dios
de la la liberación de los instintos, de la pasión, de la lujuria, o en otras
palabras, de la joda, (definiéndolo
superfluamente) es decir que los griegos tenían en claro el sentido de la
festividad y la entendían como necesaria para compensar la constante mesura de
la razón, que todo lo piensa, lo clasifica y lo divide en partes.
La cuestión es que llegaron y era una joda bárbara, con un
salón espacioso y abrazador, ornamentado con telas blancas que cambiaban de
color según las luces, un piso que brillaba, barras en ambos costados y un
patio con un quincho y un árbol con una copa que cubria gran parte del fondo
donde los invitados salían y entraban a cada rato después de fumar.
Era una noche muy fría, como cualquier noche de junio. La
forma en que las mujeres vestían las hacia particularmente una masa homogénea,
aunque nos digan que nosotros no lo notamos y nos puteen, las botas largas son
botas largas, los pantalones son pantalones y las camperas son camperas , por
más que les pongan más nombres que a los trabajadores de la SIDE. Siempre se dirá que el hombre y la mujer ven
de diferentes formas el mundo, pero la cuestión es que esa noche todos eran
iguales.
En el baile todas las de botas largas eran lindas, y
bailaban entre ellas. Solo los grupos
que se conocían, bailaban entre sí, mujeres con mujeres y algún que otro macho.
Pero en horas tempranas se sabe que nadie se anima a saltar el charco largo de
la timidez y el miedo al rechazo de presentarse ante alguien que no quiere que
uno se presente.
Ni bien entraron fueron por un cuba libre, atravesando el
salón y pasando totalmente desapercibidos. Se sentaron en dos bancos
enfrentados, encendieron un cigarrillo y se pusieron a mirar la fiesta. La
gente salía y entraba, grupos de varones, de mujeres y grupos mixtos hacían
rondas y charlaban, mientras otros bailaban. Afuera en el fondo hacia un frio bárbaro
pero la fiesta parecía ir poniéndose buena y a los fumadores nunca le intereso
el clima.
En el camino, Martín, uno de los tres amigos le había dicho
a Juan que irían Victoria y Nelly, dos amigas de la universidad a quien habían conocido
en un recital de rock, por lo que decidieron esperarlas afuera.
Mientras Carlos,
Martin y Jorge hablaban de lo mal que venía jugando Boca, Juan detuvo su mirada en una muchacha que
rechazaba a un chico uno y otra vez, y que este intentaba hablarle al oído
después de haber sido rechazado varias veces. Contemplo a poca distancia una
joven muy bonita, de tez blanca y pelo rubio y lacio, labios pintados de rojo y
delineador oscuro que resaltaban unos ojos celestes. Era delgada y estatura mediana.
Vestía botas y pantalón oscuro chaqueta roja y remera clara. No se la veía
enojada, pero con elegancia decía que no al ímpetu seductor del pibe que ya
estaba un poco denso.
:
Interrumpiendo la conversación de sus amigos, dijo juan
mientras pisaba su cigarrillo :
-
¿ Es necesario a veces hacer ese papel en la
vida?-
Los otros tres, siguiendo la mirada de Juan le contestaron
que no. Y siguieron en lo suyo, pero Juan continuo:
Yo pienso que hay
lugares y lugares para seducir una mina, y el que esta predispuesto y elabora
un plan, generalmente fracasa porque
pierde espontaneidad y para mi, es lo que enamora. Miren lo que pasa en un baile o en un
boliche, todo aquel que quiere sacar a bailar chicas que no conoce, si no tiene
la facha de Brad Pitt o es de los que se levanta minas sin mover un dedo es
imposible que enganche algo- les dijo mientras los otros comenzaron a prestarle
atención.
Martin: ¿Entonces nunca sacaste a bailar ni te levantaste a
alguien?
Juan: En algún momento lo hice, y cuando gane no me enamoré.
Las chances son una en diez, veinte o más. Alguien que cae de casualidad en una
ronda de baile no puede contar su historia, ser timido o espontaneo, ser
inteligente o tonto, audaz o lento, culto o ignorante, malhumorado o gracioso.
Imaginense un tipo contando chistes en medio de un trencito, o acercándose al
oído de una mina y preguntándole “que le dice la soda al vino”, o diciendole
“dice que venia un gallego” o algún otro
chiste o acertijo. Mucho menos exponer conocimientos o demostrar la audacia de
uno para desenvolverse en ciertos temas.
-
Puede ser – dijo Jorge. Toda mina que cruzamos
en un colectivo que nos mira y sigue de largo, es un amor que no será, dijo el
negro Dolina. Imaginate que uno intente revertir eso y ande persiguiendo minas
en el colectivo, o te acusan de violador, o sos un pajero, y es así, no se
trata de eso. No puede andar uno buscando minas por la vida. Yo puedo esperar
que el cosmos me conecte.
-
No le eches la culpa al cosmos Jorge, sos vos- dijo Martin.
Juan- Yo siempre pensé que hay ámbitos que también pueden
ser festivos, pero no necesariamente un baile, como por ejemplo un asado. Si
uno no lo hace, y logra despojarse del olor a chorizo, puede desplegar su mundo
en una sobremesa, mostrar inquiteudes,
intercambiar ideas, y hasta por ahí quien sabe, cantarse algo si no tiene una
voz horrible. Las chances aumentan.
Carlos: Yo creo más en el amor a primera vista, ese que te
desgarra el estomago en el primer momento, en la primera mirada. Aquel que no
necesita conocer, si no que ya conoce de antemano. Lo que ve lo vive, lo
adivina y lo sabe. Es el caso de mi novia, me la presentaron y me miro con las
parpados y las pupilas brillando, y yo lo supe desde ahí. Nos amamos desde el
primer momento, y no le tuve que cantar un tango de julio sosa y decirle que me
leo Octavio Paz, o que juego bien al futbol y me quedan dos materias para ser
médico.
-Puede ser, dijo Juan :Yo creo también en esa posibilidad, porque
la naturaleza nos conecta de una manera eléctrica, despojada de cualquier posición
ética o moral, política o religiosa. Se ama o no se ama, sin distinciones.
Entiendo también que enamorarse es una cuestión física, animal, que encarna el
sexo implícito en su gen, en su nucleo, el nacimiento de cualquier amor. Y
después vienen otras cosas, buenas también, pero diferentes,como conocerse y
seguir amándose, por ejemplo. Pero la primera parte, esa lluvia de belleza que
nos empapa el rostro, ese aire intenso y fuerte que nos presiona el pecho y nos
hace temblar cuando nos tocan, cuando las pupilas se dilatan y nos quedamos
solamente dos frente al mundo, ese instante, puede ser el momento más alegre de
cualquier ser humano en la tierra .
Martín- Y eso no pasa en los trencitos-
Se rieron todos a carcajadas y fueron por otro cuba libre.